Veinticuatro horas antes, la mayor referencia histórica de la gimnasia nacional ya había rozado el podio al ejecutar una plausible actuación en la prueba de suelo, rematando en la cuarta posición entre lo más granado de la disciplina. Pero, como el deporte y la vida misma dan revanchas, González tenía todas las armas artísticas para alcanzar una presea durante la jornada de lunes en la capital del Reino Unido, tal como la habían cobrado en el extenso recorrido olímpico
Manuel Plaza (plata obtenida el 5 de agosto de 1928, en la maratón de Amsterdam), Óscar Cristi,
César Mendoza, Ricardo Echeverría, Marlene Ahrens, los boxeadores
Carlos Lucas, Claudio Barrientos y Ramón Tapia,
Alfonso de Iruarrizaga, el fútbol en Sydney 2000, Nicolás Massú y
Feña González. Y en la final de salto, tras conseguir una cuantiosa puntuación que lo arrimó a darle a Chile la decimocuarta medalla en más de cien años de juegos modernos -iniciados en Atenas, en 1896-, Tomás no pudo trepar al codiciado pedestal, aferrándose a él el surcoreano Hak Seon Yang, el ruso Denis Ablyazin y el ucraniano Radivilov. Logrando dos cuartos lugares e inscribiéndose en el primer gimnasta criollo en disputar dos finales
del máximo evento polideportivo, Enrique Tomás González pasó rasguñando la gloria por Londres, donde el mismo día la hoy cuestionada Natalia Duco también luchó por la hazaña, ocupando el décimo lugar luego de enviar la bala a 18.80 metros.